miércoles, 9 de diciembre de 2009

Editorial ANARCHcorp #233

Sin Fronteras.

Les dije que volvería.

Cada vez el calendario se hace más delgado. El 2009 agoniza lenta y dolorosamente cual victima de enfermedad terminal. Esta vez no solo termina un año, si no que termina una década completa. Una década tan extraña y complicada que no estoy seguro de cómo llamarla, fueron los “ochenta”, después los “noventa” y ahora los… ¿Ceros?

En fin dejaré ese dilema para los historiadores, estamos aquí para hablar de Metal.

Si volteamos hacia atrás encontraremos que todas las décadas tuvieron referentes claves, los ochenta sin Motley Crue o Metallica no hubieran sido lo que fueron. ¿Cuál es el referente de esta década que está por terminar? Creo que no lo hay y eso me entusiasma. Este periodo de tiempo es clave para la historia ya que en mi muy personal y metalera opinión marca el punto en el las fronteras se borraron, los géneros se mezclaron y los limites se perdieron, de todo esto salieron trágicas aberraciones que me gustaría olvidar pero no puedo (Limp Bizkit) y gloriosos experimentos de verdadera posmodernidad auditiva (The Dillinger Escape Plan).

Fue en estos días cuando el Metal se convirtió en la bestia de infinitas cabezas que ahora es. Los géneros se empezaron a cruzar, al grado de que cada vez se fueron creando géneros más específicos (El Death Metal Melódico Sinfónico es completamente diferente al Death Metal tradicional) y fueron apareciendo muchas más bandas que en el fondo sabemos que son de Metal pero que simplemente no sabemos en que cubículo clasificarlas.

Por supuesto todo empezó con las aberrantes experimentos de unir en antinatural matrimonio al Metal con el Hip-Hop. Limp Bizkit, Linkin Park, Papa Roach lograron su notoriedad en el mainstream a principios de la década con rimas dignas del mejor imitador de Vanilla Ice y acorders dignos de la banda que ensaya en el departamento de arriba de la ferretería que está a media cuadra de mi casa (créanme, son bastante malos). A esta malograda fusión la llamamos Nu-metal y aunque históricamente será recordada por ser completamente ridícula, le tengo cierto cariño porque fue lo que a mi inicialmente me llamó la atención. El género estaba lleno de angustia adolescente y quejas infantiles…igual que yo y muchos miembros de mi generación. El problema es que mi generación creció y muchas de las bandas icónicas del género no pudieron hacerlo. Slipknot y Mudvayne lograron madurar y convertirse en experiencias musicales únicas mientras que Limp Bizkit, Korn y Linkin Park decidieron o abandonar el camino del Metal para hacer “rock alternativo” o simplemente colgar la guitarra y dedicarse a hacer cualquier otra cosa.

Otro factor clave para que mezcolanza de los géneros y la experimentación sea sinónimo de está década es la globalización. En el primer Ozzfest no había ninguna banda proveniente de Europa, de hecho solo había una banda que no fuera gringa (Sepultura), para la segunda mitad de la década, la gira ya estaba compuesta de agrupaciones de todo el mundo; Desde Estados Unidos hasta Taiwán, pasando por supuesto por Suecia e Inglaterra.
El Metal se tenía que globalizar para poder sobrevivir. Muchas agrupaciones americanas simplemente les estaban copiando a otras y los grandes originales parecían morir al inicio del 2000. El plagio y la repetición también eran constantes en Europa y para muestra basta la obscena cantidad de bandas de Power Metal que sacaron discos dignos de la peor campaña de Dungeons & Dragons durante la primera mitad de “los ceros”. Fue hasta que se abrieron las fronteras (tanto comerciales como creativas) que el género alcanzó un nuevo pináculo y comenzó a evolucionar.

Uno de los principales productos de esta globalización fue el Metalcore. Muchas bandas norteamericanas de Hardcore de pronto querían sonar como las bandas de Death Metal de Suecia y muchas bandas de Death Metal de Suecia querían sonar como bandas americanas de Hardcore. El resultado fue un género perfectamente globalizado y sin denominación de origen. Killswitch Engage, Mercenary, The Agonist, etc son solo algunas de las bandas que han salido de este movimiento que…aunque empezó muy bien francamente yo creo que ya le hace falta una pequeña revolución o dos.

El género es un aspecto clave de la existencia humana y hasta eso se vio fuertemente alterado en esta década por el Metal. En el 2000 Angela Gossow se unió a Arch Enemy, cuando apareció la primera canción todos pensamos que era un hombre debido a que esa voz profunda y poderosa podría levantar dioses paganos, cuando no enteramos que era una rubia alemana la que rugía de esa manera nos sorprendimos, pero, al final el género resultó irrelevante porque…Tiene una voz que bien podría levantar dioses paganos. Esto abrió el camino a mujeres como Lizzy Hale (Halestorm), Grace Perry (Landmine Marathon), etc. En el Metal no existe discriminación ya que no importa tu género, raza o religión mientras tu música haga vibrar el alma de la persona que la escucha y si apestas nada, ni siquiera un par de senos o una buena postura ideológica te va a salvar de críticas que harían llorar a Uwe Boll.

En los últimos 10 años las líneas auditivas, ideológicas y de identidad del Metal se han borrado. El resultado ha sido un género musical revitalizado y fuerte que aunque sea constantemente ignorado por el mainstream ofrece algo para todos. Ha sido leyendas revitalizadas, de nuevos paradigmas, de hermanos caídos, de brutalidad y de baladas.

Ha sido una década de muy buen Metal.

Yo brindaría por eso.

A partir del 11 de diciembre y hasta que termine el año estaré publicando en el blog de ANARCHcorp (http://anarchcorp.blogspot.com) mis 20 mejores discos de la década, espero se puedan unir a la celebración.

Manuel Ángel Castillo
“Stay True, Stay Metal”

P.S. Nunca me voy a cansar de escribir esa despedida.

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